Los roles estaban bien definidos al comienzo de la reunión. Uno prefería vivir, el otro tenía un juego más elaborado. Cada uno con sus armas, cada uno con sus propias complicaciones. Ambos tuvieron situaciones de peligro en la primera parte para dejar atrás la paridad, aunque la falta de gol les jugó una mala pasada.
El Ciruja es el que casi golpea en el inicio de la primera parte. Lo hizo con Diego Sosa, el jugador más desequilibrado en ataque. Porque el delantero aplastó un disparo en el larguero y después Martín Perafán ahogó su grito tras una buena jugada colectiva.
El Brasseur, en cambio, prefirió ser más eficiente en el uso del balón: optó por buscar por strikes a Mariano Pavone y Federico González, sus hombres de experiencia. Y fue el viejo Tigre el que casi gritó dos veces: primero con un cabezazo que se fue muy cerca y luego con un remate que lo mordió.