En este caso, los errores serán de aquellos factores que aparecen de vez en cuandoun asunto circunstancial al que habrá que prestar atención en algún momento, pero este Boca ha sido (desde los días de Miguel Rusoy un poco antes también con Gustavo Alfaro) un equipo defensivamente confiable, que eEn las últimas hazañas, descansó en manos de su portero Agustín Rossi, hoy extrañamente bautizado como el factor X que hacía imposible una victoria.
Maíz la mayor dificultad del equipo de Battaglia, con el que vive desde el inicio mismo del ciclo, son sus carencias en el juego, la ausencia de una idea definida, su falta de apego al dominio territorial, a la posesión como instrumento para someter al rival, hasta el punto de que casi siempre parece que no le queda nada.
El entrenador, es cierto, Buscó distintas fórmulas para que su equipo tuviera mayor fluidez en la generación de situaciones de golpero se orientó más a una combinación de nombres y enroque de posiciones (Pol de cinco, unir a Ramírez con Óscar es el último) que darle al equipo otra posición en la cancha, otra intensidad en la alta recuperación.
En esto, No hay muchas diferencias de postura con Boca de Russo, criticado por el propio Consejo por su estrecha ambición. El revuelo futbolístico de las últimas semanas (victorias consecutivas en La Plata ante Estudiantes y en el superclásico del Monumental) tuvo más que ver con una evolución de la mente, de la capacidad mental para enfrentar rivales poderosos, por la actitud de saber aprovechar los errores del adversario, que por una superioridad de fútbol.
No es la primera vez que Boca se ve complicado por rivales con planes modestos. El Arsenal lo atascó con el viejo truco del 4-4-2 y las líneas se cerraron para cerrar la brecha. Cierto es que faltaron cifras, pero el argumento no sirve de excusa cuando comparamos nombres y presupuestos a un Madelón obligado a hacer milagros.