Las primeras impresiones suelen dejar una marca fuerte, que a veces es difícil de revertir. Y en el balance general de la fecha, es justo decir que el arbitraje argentino pasó la prueba. Porque una cosa es odiar y criticar el sistema y otra, evaluarlo según sus propias características. Es decir, si se respetaran y llevaran a cabo las consideraciones que debe observar el VAR mucho más allá de lo que a uno le parece mejor o le gustaría que tuviera.
Y el VAR argentino dio buenas señales. Por supuesto, algunos dirían el agarre que acabó en penalti a Rojo, o la mano del pibe Nardelli de Colón, o la equidad de no fuera de juego en un gol de Central Córdoba, o la roja que acabó recibiendo Gómez de Argentinos por recomendación del VAR. Los protagonistas a veces se exasperan por ser favorecidos se sienten heridos pero ninguno puede decir que hubo macanón, un grave error de los que buscan y buscan cualquier cosa. Por supuesto que los retrasos en Vélez-Lanús (por citar solo uno de los juegos donde más se demoró) no se iban a repetir, pero el gran desafío era ver más la adecuación de los jueces argentinos con el nuevo sistema que conecta las canchas con los jueces auxiliares de Ezeiza.